Los inicios
Para situar la génesis de la presencia del Camino Neocatecumenal en la Parroquia María Madre del Amor Hermoso debemos de remontarnos a diciembre de 1970, año en que el entonces arzobispo de Madrid, Monseñor don Casimiro Morcillo, inauguró nuestro templo parroquial.
Tan solo unos pocos años antes Don Casimiro había visitado las barracas de Palomeras para conocer los orígenes de la experiencia catequética del Camino Neocatecumenal, surgido en el seno de la renovación suscitada por el Concilio Vaticano II, y animado a sus iniciadores –Kiko Argüello y Carmen Hernández- a difundirlo en las parroquias que lo solicitaran.
Nuestro primer párroco, don Miguel Ángel Santos, había conocido el Camino Neocatecumenal a través de don Juan Manuel Ávalos, párroco la Iglesia de San José de Madrid. Y en cuanto la Parroquia contó con el templo lo solicitó a Kiko y Carmen, que a la sazón se encontraban en Ávila. Las catequesis iniciales fueron impartidas por la primera Comunidad de la Paloma (San Pedro el Real) de octubre a diciembre de 1971, de forma que justo un año después de la inauguración del templo, se constituyó la primera Comunidad Neocatecumenal de la Parroquia.
Un momento señalado fue la visita de Carmen Hernández a nuestra Parroquia en 1976 pocos meses después del nombramiento de don Antonio Postigo como párroco sucesor de don Miguel Ángel Santos.
El Camino Neocatecumenal
Para quienes no lo conozcan podemos decir que, según consta en el Estatuto aprobado por la Santa Sede, el Camino Neocatecumenal es “un itinerario de formación católica, válida para la sociedad y para los tiempos de hoy”, al servicio de los Obispos como una de las modalidades de la iniciación cristiana y de la educación permanente de la fe.
Los destinatarios son principalmente los que se han alejado de la Iglesia, los que no han sido suficientemente evangelizados o catequizados, los que desean profundizar y madurar su fe. También para los no bautizados que quieran iniciarse en la fe de la Iglesia.
El Neocatecumenado se realiza en la Parroquia, en pequeñas comunidades, que se forman a partir de unas catequesis iniciales, y su itinerario se desarrolla siguiendo las fases de la iniciación cristiana: precatecumenado, catecumendado y elección, divididas en etapas y jalonadas por pasos y celebraciones. En todo este tiempo la vida de la comunidad se basa en el trípode: Palabra, Liturgia y Comunidad.
Después de haber finalizado el itinerario de redescubrimiento de la iniciación cristiana, con la renovación solemne del Bautismo en la Vigilia Pascual de la Catedral, la comunidad entra en el proceso de educación permanente de la fe, perseverando en la celebración semanal de la Palabra y de la eucaristía y en la comunión fraterna.
La experiencia
En estos momentos existen en nuestra Parroquia cuatro comunidades, en las que caminan 8 matrimonios con hijos mayores, 12 matrimonios y 5 cónyuges solos, con 31 hijos menores de 13 años; 17 jóvenes; 11 adultos solteros; 9 viudas mayores, 1 viudo y 1 presbítero. A lo largo de estos años otros 18 hermanos han sido llamados a la casa del Padre.
Representan la diversidad de un pueblo que camina en continua conversión pues no es posible permanecer estáticamente en la fe como algo logrado, alcanzado, poseído; no se ha llegado a la meta, antes al contrario la fe lleva consigo un combate diario, es probada continuamente, acrisolada en la cruz de cada día, en la historia de cada persona.
La celebración de los cincuenta años de presencia del Camino en la Parroquia, es un momento privilegiado para hacer memoria de las inmensas gracias derramadas por el Señor en tantos hermanos, cuya vida ha sido iluminada y transformada, matrimonios salvados, apertura a la vida, reconciliación con la historia personal, experiencias de perdón, de comunión fraterna, de transmisión de la fe a los hijos, de servicio y de entrega. Con palabras del Magníficat podemos proclamar la grandeza del Señor porque ha hecho obras grandes en nosotros.
La misión
¿Cómo no dar gratis, lo que hemos recibido gratuitamente?
Llamados a encarnar el hombre nuevo retratado en el Sermón de la Montaña, renacidos del agua y del Espíritu Santo, conscientes de que por nuestra debilidad necesitamos de una conversión permanente, confiamos en su gracia para cumplir, en comunión con toda la Iglesia, la misión encomendada a todo cristiano: ser luz, sal y fermento, testificando con nuestra vida y con nuestra palabra el amor que Dios tiene a todos los hombres.
Porque sabemos que si, por encima de nuestras limitaciones y debilidades –que son verdaderamente muchas- ha operado la fuerza de su Espíritu ¿cómo no va a dar su amor a los necesitados, libertad a los oprimidos, paz a los atribulados, luz a los que viven en tinieblas? ¿cómo no va a dejarse conocer por los que buscan la verdad con sincero corazón?.
(Entrada escrita por Carlos Bermejo, miembro del Equipo de Catequistas responsables del Camino Neocatecumenal en nuestra parroquia)