Con un excelente sol que se impuso a los pronósticos de lluvia y un estupendo clima, poco más de una centena de peregrinos de las parroquias San Andrés Apóstol, Nuestra Señora del Pino y María Madre del Amor Hermoso tuvieron la gracia de finalizar con éxito una enriquecedora peregrinación a Palencia llena de arte, historia y fe.
Las tierras Palentinas y los sorprendentes entornos de sus localidades fueron el escenario perfecto para una inolvidable experiencia entre los recovecos de su vasto patrimonio y la imponente arquitectura de la «Bella desconocida», un rincón al noroeste de la península con muchos encantos por ser descubiertos.
En la Abadía Cisterciense San Isidro de Dueñas, de la localidad homónima, a las 10 horas comenzaría con la celebración de la Santa Eucaristía la travesía. Acto seguido, hubo la oportunidad de visitar los restos de San Rafael Arnaiz, situados en una austera aunque muy digna capilla del recinto.
Dispuesta como nunca antes, con más de un centenar de obras de arte, recibió a los peregrinos la Catedral de Palencia mostrando toda su majestuosidad en un nutrido recorrido guiado lleno de la trascendencia de la belleza, propia del arte y reflejo de Dios.
Llegado el mediodía, el Seminario Menor Diocesano de Palencia prestó sus instalaciones para un fraterno compartir entre bocatas, luego del cual, la música no se hizo esperar con coplas y melodías de los distintos países que contaban con alguna representación entre los asistentes.
Ya casi para finalizar la aventura, en Baños de Cerrato, tuvo lugar la última parada en la Iglesia de San Juan de Baños, una pequeña muestra de la época visigoda perpetuada en el tiempo, donde se rezó el Símbolo de la fe por las intenciones del Sumo Pontífice y por la paz.
Entre cantos, la oración de la Iglesia y el rezo del santo rosario la vuelta a Madrid se hizo rápida y amena, agradeciendo a Dios por todas sus gracias.